El Señor hace oir a los sordos y hablar a los mudos
Dios siempre respeta nuestra libertad, porque sólo quien es libre puede amar de verdad. Él nos ama, y espera con paciencia que correspondamos a su amor.
A semejanza del hombre sordo y tartamudo del evangelio de hoy, pidamos a Jesús:
+ que abra nuestros oídos para escuchar su Palabra, que da vida;
+ que nos haga sensibles ante el sufrimiento humano y nos dé la capacidad de dar una respuesta cristiana ante esta realidad;
+ que abra nuestros labios para que proclamemos las maravillas que ha hecho en favor nuestro;
+ que nos dé el valor de declarar ante el mundo que él es siempre fiel a su palabra.
Sólo quien se descbure necesitado de Dios cae en cuenta de que, en realidad, sin él no somos nada, aunque poseamos muchos bienes en este mundo.
Dios nos ha elegido para hacernos ricos en la fe y herederos de su Reino.