A Cristo no le importa nuestro pasado

  A Cristo no le importa nuestro pasado A Cristo no le importó lo que había hecho aquella mujer de la que nos habla en el evangelio «Nadie te ha condenado?» «Nadie señor» «Tampoco yo te condeno» A Jesús no le importó el pasado de la mujer; lo que le importaba mucho era su futuro: «Vete ya y no vuelvas a pecar» En esta Cuaresma, a Jesús no le importa mucho lo que nosotros hayamos hecho, sino lo que vayamos

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Cuaresma es Volver

cuaresma es volver

  Es levantarse – como el hijo pródigo-, volver al Padre que está en los cielos, y en la persona del sacerdote que está en el confesionario, decirle: «He pecado contra el Cielo y contra ti» Es volver a la esposa o al esposo, cuya felicidad me encomendó Dios y con cariño, con mi dedicación, con mi actitud decirle – sin palabras – : «He pecado contra el Cielo y contra ti» Es volver a los hijos, y con el tiempo

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Que esta piedra se convierta en pan

No es por restarle «méritos» a Satanás, pero esta idea «luminosa», aun antes de leer el evangelio de hoy, ya se nos había ocurrido a muchos de nosotros, corregida y aumentada: Que esta piedra se nos convierta en pan… Que esta modesta vivienda se nos convierta en una residencia (de preferencia en algún fraccionamiento exclusivo)… Que esta carcachita se nos convierta en un último modelo… Que estos trapitos se nos conviertan en muy buena ropa… Que estas barajitas se nos

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Echen sus Redes

Echen Sus Redes dice Jesus

Echen sus Redes Echar las redes durante el día – dicen los que saben de esto- no es lo más indicado para pescar. Pagar salarios justos y repartir honradamente las utilidades, no es la forma más expedita de aumentar el capital de un negocio. Ajustar los honorarios de nuestros servicios profesionales (médico, abogado, ingeniero, dentista, técnico en cualquier rama) a las posibilidades de nuestros clientes pobres, no es el camino para llegar a millonarios. Despachar completos los kilos, los litros

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Nadie es profeta en su tierra

NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA… Ni Cristo lo fue – en el sentido de ser reconocido y honrado como tal – en su tierra, es decir, en Nazaret… Ni nosotros lo somos – en el mismo sentido – en la nuestra, es decir, en nuestro hogar, en nuestro sitio de trabajo. Pero no por eso Cristo dejó de predicar la palabra de Dios, que por lo visto no les agradó mucho a sus conciudadanos, ya que quisieron lanzarlo por

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