Que esta piedra se convierta en pan

No es por restarle «méritos» a Satanás, pero esta idea «luminosa», aun antes de leer el evangelio de hoy, ya se nos había ocurrido a muchos de nosotros, corregida y aumentada:

  • Que esta piedra se nos convierta en pan…
  • Que esta modesta vivienda se nos convierta en una residencia (de preferencia en algún fraccionamiento exclusivo)…
  • Que esta carcachita se nos convierta en un último modelo…
  • Que estos trapitos se nos conviertan en muy buena ropa…
  • Que estas barajitas se nos conviertan en joyas…
  • Que este sueldito se nos convierta en un sueldazo…
  • Que…
    • Y no es que esté mal que nos preocupemos por mejorar nuestra situación económica y progresar.
    • Lo malo está en sólo preocuparnos de esto.
    • Y lo peor, que por agenciarnos todo lo enumerado, nos olvidemos de Dios y de los demás, cuando no es que pasamos sobre el primero y nos aprovechamos de los segundos.
  • Porque «no sólo de pan (ni de casas, carros, trajes, joyas y dinero) vive el hombre», sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Y la Palabra de Dios, en resumen, es: «Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo».

 

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