De aquellos diez leprosos que fueron sanados por Jesús, sólo uno volvió para darle las gracias por lo que había hecho con él. ¿Qué ocurrió con los otros nueve?
Eso nos hace pensar que puede haber algo en nuestro interior -o también en los criterios y ejemplos que recibimos del exterior- que nos mueve a ser ingratos.
+ Una persona ingrata es aquella que es desagradecida, porque «olvida o desconoce los beneficios obtenidos».
+ Para evitar que caigamos en esa categoría, nos ayudará hacer un recuento de todos los beneficios que recibimos de Dios; así nos daremos cuenta de que somos muy afortunados… Entre estas gracias que el Señor nos da, está el sacramento de la Penitencia, en el que perdona nuestros pecados, que son como una lepra.
+ También tenemos que ser agradecidos con todas las personas que han contribuido a que llevemos una vida más digna.
Aprendamos a decir, con sinceridad: «Gracias».
Reflexión
A menudo nos sucede que la gente pareciera que les debiéramos algo, por como nos trata. Este es un síntoma del no reconocer que todos somos iguales, hijos de Dios, y por ende, hermanos espirituales. Jesús nos pide tratarnos como si los demás fueran nosotros mismos. Queremos nos traten con ingratitud? Con desprecio? Como si fuéramos diferentes?