Todos las mañanas despertamos y lo primero que vemos es la luz del día, pero no la apreciamos. Miles de personas en el mundo no pueden verla. Éstas son PERSONAS con una «discapacidad visual» debida a diversos posibles factores según sea el caso. Dicha «discapacidad» puede ser parcial, en el caso de las personas «débiles visuales», o total, en el caso de esas personas a quienes llamamos ciegos o «invidentes».
En ésta entrada voy a hablar un poco de mi conocimiento y experiencia personal con las personas ciegas con el fin de compartirla con aquellas personas que ignoran lo que hay bajo la superficie de esta comunidad, sobre lo que muchos, quienes no han tenido la oportunidad de convivir con ellos, desconocen.
Los ciegos son personas.
A pesar de la obviedad de la afirmación anterior, me pareció importante recalcarlo, ya que aún en el presente globalizado, supuestamente avanzado y evolucionado en el que vivimos, hay todavía muchas personas que los hacen a un lado. Quizá esto sea porque no saben como tratarles, porque no sepan como dirigirse a ellos o se sientan incómodos al tenerlos cerca.
Me consta que hay quienes incluso los evitan porque creen que todo aquel que esté ciego se le va a acercar para pedirle limosna. Y debo decir que el hecho de que haya gente que ha optado por una vida sustentada en recibir la caridad de los demás, no debemos generalizar, eso no significa que toda persona ciega que se te acerque lo haga porque quiere limosna. Tal vez sólo quiera saber que hora es, o preguntarte si se encuentra en X o Y calle, pues no puede leer el reloj ni los nombres de las calles …¡porque no los ve!
No hay por qué discriminarles.
Cualquiera de los escenarios anteriores sucede muy frecuentemente no únicamente con las personas ciegas, sino con cualquier persona que resulte ser diferente a nosotros. Una vez escuché que esto es porque nos asusta que se nos recuerde que nosotros podríamos llegar a pasar por algo parecido, así que optamos por apartarnos de estas personas que tan incómodos nos hacen sentir. Y pienso que tiene sentido.
Todos tenemos derecho a decidir con quien pasar tiempo, de que personas rodearnos. A lo que ninguno tenemos derecho es de tratar mal a nadie, a faltarles el respeto aun cuando no nos guste la idea de convivir con un determinado grupo de personas. ¡A eso se le llama discriminación!
Practiquemos la empatía.
Justamente por el hecho de que cualquiera de nosotros puede llegar a estar en la situación en la que están las personas ciegas -viviendo en un mundo que ha sido construido basándonos principalmente en el sentido de la vista, un sentido con el que ellos no cuentan -debemos ser aunque sea un poco empáticos con su situación. ¡Ojo! Estoy hablando de sentir empatía con su situación, no de tenerles lástima. Algo que al parecer muchísima gente confunde.
No hay por que compadecerlos. Son personas. Los ciegos son personas capaces. Salvo que la ceguera se presente junto con algún cuadro adicional de una o varias enfermedades que los incapaciten, ellos pueden hacer cualquier cosa -aunque sea de manera diferente -que nosotros, quienes si vemos, hacemos. Claro que sí, pues cuentan con los otros cuatro sentidos y la inteligencia de cualquier otra persona promedio.
Sentir empatía por su situación significa que «nos pongamos en sus zapatos» lo suficiente como para saber que su situación ya es lo suficientemente poco práctica en un mundo casi totalmente visual, como para nosotros ponérselos más difícil. Existe algo llamado ayudar al prójimo. Es muy útil. Sirve especialmente en ocasiones como esta, en las que alguien que no cuenta con algo que nosotros sí, en este caso la vista, puede valerse de una muestra de bondad y civilización como seres evolucionados que decimos ser. Simplemente, ayudarlos a cruzar una calle, preguntarles si necesitan ayuda cuando parecen perdidos,…
Hay que «ponernos en sus zapatos».
Piensa en lo que tú sentirías si quisieras cruzar una calle y no pudieras ver. Imagina un momento así, en el que escuchas los carros pasar, pero no los ves. No conoces la distancia a la que están ni la velocidad a la que se mueven. Piensa en el miedo y la frustración que sentirías en un momento como ese. El simple hecho de cruzar una calle. Algo que una persona común hará unas cuantas veces cada día se puede convertir en algo muy peligroso para ellos.
Los semáforos peatonales, por continuar con el ejemplo de cruzar una calle, fueron inventados ante la necesidad de los humanos de cruzar las calles muy traficadas. Claro que en aquel momento, se crearon semáforos que atendieran las necesidades de la mayoría. No fueron hechos para personas ciegas.
En la actualidad, existen cada vez más invenciones tecnológicas como resolución a tantas necesidades en general. Incluidas las necesidades de las personas ciegas. Ahora ya existen semáforos peatonales con sonido, por ejemplo. Estos ayudan a que las personas puedan cruzar una calle sin tener que contar con el sentido de la vista, ya que el sonido que estos semáforos emiten, avisa cuando es el turno de los peatones para cruzar la calle. Es una gran invención. Una de muchas otras que afortunada y esperanzadamente vendrán en pro de sus necesidades. Pero eso no resuelve de manera eficaz los problemas que se les presentan a diario.
No sólo debe existir esta clase de tecnología, sino que además debe ser implementada en su vida diaria para que pueda ser verdaderamente útil para ellos. Quiero decir que, no se en las calles de las grandes ciudades en los países más desarrollados, pero al menos en la ciudad en la que yo vivo, no hay más que unos 10 semáforos sonoros, y me da la impresión de que exagero creyendo que haya tantos (dato empírico no comprobado). Se necesitan más. Y no únicamente hablo de los semáforos. Me refiero a más personas dispuestas a ayudar, a hacer algo, a aportar su granito de arena para mejorar la calidad de vida de las personas «discapacitadas».
Los ciegos pueden llegar a ser tanto o más funcionales que cualquiera de nosotros, sucede que no se los ponemos nada fácil. Si para nosotros resulta complicado vivir en el mundo en el que vivimos, para ellos es 10 veces más complicado debido al entorno tan visual que nos hemos construido. Así que nos toca respetarles y ayudarles.
Esto ha sido un poco del conocimiento y experiencia personal que he llegado a adquirir conviviendo con personas ciegas. Espero haber aportado en algo para que se busque la madura reflexión sobre este tema y así más personas valoremos el grandioso don que tenemos para poder ayudar a los demás, entender un poco más a las personas ciegas y ayudarlas.