Luego de que Jesús fue bautizado, el Espíritu Santo lo condujo al desierto, «para ser tentado por el demonio».
Luego de que Jesús fue bautizado, el Espíritu Santo lo condujo al desierto, para ser tentado por el demonio
El evangelio de Mateo nos habla de las tentaciones de Jesús y de cómo salió bien librado de cada una de ellas, derrotando al demonio de una manera apabullante.
Por nuestro Bautismo, somos parte del Cuerpo Místico de Cristo, y también tenemos que cumplir una misión; precisamente por eso no estaremos exentos de las mismas pruebas que experimentó Jesús.
Confiando en Jesús, preparémonos para superar también nuestras pruebas.
Cristo es al mismo tiempo verdadero Dios -santidad perfecta- y verdadero hombre, y se quiso someter a la atracción del mal-esto es, a la tentación, para amarnos y ayudarnos a nosotros a vencer ese mal.
Cristo, como el pueblo en el desierto, como nosotros hoy, se sometió a la tentación de lo material. Esta tentación nos inclina al abuso de realidades que en si son buenas, como podrían ser la necesidad de alimentación, el sexo o la afectividad.
Se quiso someter a la tentación del orgullo, que nos inclina a poner nuestro yo por encima y aun en contra de los demás y hasta de Dios.
Se quiso someter a la tentación de la idolatría, que consiste en poner como fin último o meta decisiva de nuestra vida cualquier realidad, por buena que sea, pero que no es de Dios, quien ha de ser nuestra meta y fin verdadero.
Así, Cristo nos anima y fortalece, nos dice: no estás solo, yo también he luchado y vencí, y mi victoria será tu propia victoria.
Con este aliento, caminemos nuestro itinerario de conversión para Vivir nuestras fiestas pascuales con mucha verdad.