De acuerdo con la parábola del evangelio, a semejanza de la higuera, Dios quiere que le demos frutos, que son aquellas obras buenas que él espera de cada uno, cada momendo de nuestra vida.
Esta Cuaresma es una oportunidad -no sabemos si la última- de revisar nuestra vida a la luz de las enseñanzas de Cristo, ya que él nos espera con los brazos abiertos para que nos reconciliemos con él en una confesión bien hecha.
Que el Señor nos ayude, para que no ocupemos la tierra inútilmente.
Reflexión: Es un evangelio revelador: Jesús aclara que a quienes les suceden muerte y tragedias, son igual de pecadores que otros a los cuales aún no les han sucedido, o no les sucederán. Nos llama a estar vigilantes, y listos, a darle frutos a Dios con obras buenas, y dejando de hacer cosas malas, para que si el día de hoy nos llegaran a tener que arrancarnos de la tierra (como la higuera que ya no dio frutos), al menos encuentre algunos frutos.
La muerte nos llegará a todos, y vemos la muerte como algo trágico, estemos listos, siendo «árboles que dieron muchísimos frutos que aún sigan alimentando a muchos» aún después de nuestra muerte.