Inteligencia y Fe – Se necesita Inteligencia para tener Fe?

Inteligencia y Fe

Se necesita Intelgencia o no para tener Fe? Se requiere poca inteligencia?

 

Objetivo

La inteligencia y la fe en Dios están ligadas de alguna manera? Quien tiene más inteligencia tiene menos fe, están relacionadas o no tienen nada qué ver? No están relacionadas, hay varios ejemplos (como Einstein) de quienes tenían fe en Dios, y visceversa, y aunque ya está comprobado por casos reales, sigue leyendo para que tengas toda la información del porqué.

 

Introducción

Quien diga que es demasiado inteligente y por eso no tiene fe, no es que no sea inteligente por decir eso, sólo le falta voluntad, tiene una voluntad débil para creer, es cierto que puede ser muy inteligente pero eso no quita la fe, cientos de miles de casos comprobables de humanos inteligentísimos y tan llenos de Dios lo comprueban a lo largo de la historia. Decir que la fe es para quienes no tienen inteligencia es como decir que los ojos claros son para los que son testarudos y necios.

 

Para tener fe, hace falta voluntad

El papel de la voluntad en el tema de la fe consiste en hacernos asentir a verdades que no acabamos de comprender y supera, con mucho, el papel del intelecto. De ordinario, un padre sano y una madre enferma tienen hijos enfermizos, y un equipo de fútbol con la mitad de sus jugadores excelentes y la otra mitad pésimos desarrolla un juego francamente malo. Y es que sería demasiado esperar que los efectos sean más perfectos que la causa que los produce. Ahora bien, en el caso del acto de fe, aunque en realidad procede del intelecto y de la voluntad, su vigor depende mucho mas de esta que de aquel, No hay que olvidar que, al fin y al cabo, las verdades de la fe no dependen de la agudeza, vitalidad o energía de nuestra inteligencia, puesto que la superan. Sin embargo, cuando la voluntad es débil o está enferma, se produce inevitablemente una falta de fuerza y vigor en la fe. Tiene un peso de importancia la voluntad para la fe, aunque la inteligencia fluctúe: siendo cierta la idea de que para llegar a Dios hace falta elegirlo, pudiendo elegir otro camino.

 

En la fe hay paz y confianza aún en lo que no comprende la inteligencia

Por muy inquieto que sea el intelecto, en el hogar de la fe siempre reinan la paz y la serenidad. No se dan en él las disputas y altercados que se producen en las mansiones que rigen los asuntos humanos. De hecho, en su causa, la certeza de la fe excede con mucho la de las virtudes especulativas: entendimiento, sabiduría y ciencia. Verdad es que subjetivamente podemos sentirnos más seguros aferrándonos a los primeros principios captados o vistos por el intelecto que a las verdaderas creídas por la fe. Pero también puede ser que un hombre se sienta mucho más seguro de que ha visto un fantasma que de que 2 y 2 son 4, aunque una simple suma sea metafísicamente más cierta que un evanescente ectoplasma. Ahora bien, la fe no es una cuestión de sentimiento ni de tranquilidad intelectual; es una cuestión de adhesión inquebrantable, de seguridad absoluta que sólo puede proceder de una fuente: la Primera y Suprema Verdad. Hasta los dones del Espíritu Santo, que purifican el intelecto, están al servicio de la fe, a la cual embellecen y adornan como la criada a su señora.


Las distracciones de este mundo no justifican una fe perdida

El hombre actual, inmerso en una sociedad materialista y excesivamente seguro de sí mismo, prescinde de la fe con la misma facilidad con que un joven deportista prescinde del abrigo en el invierno. Piensa que no la necesita para nada, que se desenvuelve mejor sin ella. Bien está que tengan fe los débiles, pero el…

La realidad es que los únicos que no la necesitan son los muertos. Solo en el cielo podremos prescindir de la fe, porque veremos a Dios cara a cara. ¿Qué necesidad tienen los ángeles y los santos de creer en lo que están viendo? ¿Cómo van a esperar los condenados cuando carecen por completo de esperanza?… Los demonios no dudan de que exista Dios y los condenados pueden recordar con inmenso remordimiento los actos de fe que hicieron o dejaron de hacer en esta vida, pero no los unos ni los otros tienen ese infalible conocimiento de los detalles íntimos de la vida divina

 

Hay quienes tuvieron fe, pero la han dejado a un lado

¿Y qué decir de quienes han perdido la fe? Sus ojos siguen siendo del mismo color, su caminar igualmente agresivo, su sonrisa tan cautivadora como antes…Si, nada cambia externamente. Sin embargo, están ciegos aunque no lo sepan, y si Dios no lo remedia, caerán inevitablemente al hoyo.

¿Y si han dejado de creer solo en alguna cosa, como por ejemplo, la infalibilidad del Papa o la existencia del infierno? ¿No seguirán teniendo fe en todo lo demás?…Imposible. Mientras hay de, nada que sea de fe puede dejar de creerse; cuando se pierde la fe en un punto se pierde en todos.

 

La fe es para los fuertes, los débiles no pueden con la idea de fe

Se ha descrito a veces a los herejes como hombres fuertes, audaces, brillantes, capaces de desafiar los rayos con que la autoridad eclesiástica o la civil, en su caso- trataba de fulminarlos. La realidad es que son hombres débiles, porque la fe es para los fuertes, para los que están dispuestos a agotar la verdad y no aceptan la mediocridad ni el compromiso. La fe exige, en efecto, valor y audacia, la capacidad de forzar las puertas del cielo superando todos los obstáculos. Algo que siempre hará vacilar a los débiles y a los timoratos.

Abrazar la fe es un acto difícil, contrae responsabilidades, dolor, caminar por el camino estrecho, a veces contra corriente y siempre en contra de lo que se puede ver y tocar. Dios no hizo la fe fácil, no la hizo para los débiles, quienes apliquen su voluntad para la fe son quienes verán a Dios.

Si, el hereje es un medroso que ha experimentado a una trágica pérdida ¿como podrá recuperar la fe? Porque no se puede comprar, ni robar, ni adquirir en subasta, ni pedir prestada. Si Cristo, a pesar de los milagros que obró, de las divinas palabras que pronuncio, de las profecias que hizo y cumplio, solo logro que unos cuantos creyeran, aunque asombra a muchos, es indudable que no hay nada externo que pueda hacernos creer; y mucho menos interno, porque no podemos sacar de nosotros mismos algo que supera nuestra naturaleza. La fe, pues, es un don de Dios, una revelación hecha por el único que conoce el secreto. Ahora bien, no conviene olvidar algo sumamente importante: que Dios ofrece ese don, esa dadiva, ese divino regalo, a todo hombre que viene a este mundo y que solo no lo reciben los que oponen obstáculos graves a su recepción. Una vez que se rechaza ese don, por orgullo o sensualidad, no se puede recuperar si Dios, en su infinita misericordia, no decide ofrecerla de nuevo.

 

Dios es amor, Dios no es consentidor

El niño que no piensa jamás en su salud, sueña con pasarse el dia comiendo chocolatinas y pasteles. Los hombres que no piensan jamás en lo serio que es vivir, sueñan con una vida acaramelada y dulce, llena de gentileza, aplauso y comprensión. Pero comer no consiste en atiborrarse de pasteles y vivir tampoco. Este error es el que lleva a muchos, actualmente, a imaginarse a Dios como un abuelito bondadoso y más bien estúpido, dispuesto a otorgarnos todos los caprichos y a hacer la vista gorda ante nuestros defectos, por mucho que arruinen nuestra salud y nos destruyan. Y es que, en el fondo, no creen en un Dios ni piensan jamás en El; han forjado un ídolo, un fantoche, una caricatura a Dios.

 

Dios es amor, amor sin dolor o amor sin sacrificio no puede existir

Uno de los primeros efectos de una fe auténtica es el temor de Dios. No podría ser de otra manera, pues una de las cosas más desconcertantes de la fe es que nos habla tanto del cielo como del infierno; no solo nos señala el camino recto, sino tambien el que puede conducirnos al abismo; no nos dice tan sólo que merece la pena caminar hacia Dios y poseerle, sino tambien que extraviarse y perderle es la más irreparable y espantosa tragedia.

 

Conclusión

Los hechos están frente a nosotros, la Verdad de Dios, quien quiera aceptar a Dios acepta la fe, con voluntad y de manera voluntaria, a nadie se le puede forzar la fe. La fe es sobrenatural, no es racional, ni intelectual, por eso no está ligada a la inteligencia de la persona, seas tonto o un genio, el puente de la fe, que es el puente que dejó Dios entre nosotros y Él, se acepta de manera gratis, voluntaria y sin comprenderla, está fuera de nuestra razón: es, sobrenatural. Si estás leyendo esto, aún no haz muerto, aún tienes la opción de elegir bien, y no arrepentirte ya que sea demasiado tarde. No uses la razón, no uses la inteligencia, no te servirá de mucho una vez que como yo tengas tu fe ardiente por el Cielo, donde nos espera nuestro señor Jesús, María, Dios y todos los ángeles y santos.
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Bibliografía

Contenidos son extracto del libro “Guía de la Suma Teológica” por Walter Farrell O.P. Volumen Tercero, Primera Parte 1990

 

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