El día que Jesús se presentó entre los pecadores para recibir un bautismo de penitencia de manos de Juan, mientras oraba «se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como una paloma».
- En ese momento Jesús iniciaba su vida pública, y quiso representar a quienes iba a redimir en la cruz.
- Pero el Padre del cielo hizo constar: «Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco», con lo cual indicaba que en realidad Jesús no necesitaba ser perdonado de nada, ya que estaba totalmente libre de pecado.
- Todos nosotros nacimos con la triste herencia del pecado original, y cuando recibimos el sacramento del Bautismo, quedamos libres de todo pecado y fuimos hechos «hijos en el Hijo», y nuestro Padre también se complació en nosotros.
- Por eso se nos bautiza desde pequeños, porque la Iglesia quiere que gocemos de la gracia de Dios, que nos santifica y nos configura con Cristo, para poder integrarnos plenamente en el Cuerpo Místico desde una edad temprana.
Cuando celebramos el Bautismo de Jesús, celebramos nuestro propio Bautismo.