Acerquémonos al calor que nos brinda el señor resucitado
Si los que nos decimos cristianos creyéramos de verdad que Jesucristo, el Hijo amado del Padre, está presente en la Eucaristía, nuestras iglesias estarían abarrotadas de personas ansiosas de encontrarse con su Señor, Maestro, Salvador y Amigo.
Jesús está real, física y espiritualmente en la hostia consagrada. ¿Porqué entonces dejamos sólo para el domingo el privilegio de visitarlo y recibirlo, y a veces ni los domingos?
¿Nos somos nosotros lo que más ganamos con esta relación con Jesús? A veces pareciera que «le estamos haciendo un favor a Jesús» yendo a la Iglesia a comulgar, cuando por infinidades, es al revés.
Vas a confiar en que le vas a dedicar 1 minuto de tu vida a Jesús un poco antes de morir «Bueno pues no viví para siempre, así que ya me voy a morir, pues ahora sí ayúdame no?», o mejor desde ahorita vamos haciendo lo que él quiere que hagamos: el bien, y dejar de hacer el mal? Ya que «por sus obras los conoceréis…».