¡Qué grande es tu fé!
Si Jesús no fue enviado sino a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué, entonces, atendió finalmente los ruegos de la mujer cananea?
- ¡Cuántas veces dejamos nuestra oración porque consideramos que «no está dando resultado»!
- ¡Con qué facilidad abandonamos nuestra asistencia a la Misa dominical, por dudar de la presencia de Jesús en ella!
- ¡Cómo es que dejamos de hacer el bien que tenemos que hacer, sólo porque los demás no lo están haciendo!
- ¡Es impresionante la forma en que nos rebelamos ante Dios por una situación difícil que se nos presenta!
Aquella cananea no se rindío, aunque Jesús se negó a atender sus ruegos y llamó «perritos» a ella y a los de su pueblo, porque estaba segura que él era Dios y tenía el poder de curar a su hija. Tenemos mucho que aprender de esta mujer que supo ante quién se encontraba.
Amemos a Dios primero por amor y agradecimiento, y no nos rindamos porque un día estaremos en su presencia entregándole nuestras buenas obras de forma directa.