He venido a traer fuego a la tierra

El Señor no se refiere a hacer una fogata o a provocar un incendio forestal, sino al bautismo que iba a recibir cuando manifestara al etremo su amor por nosotros en la Cruz, y en el envío del Espíritu Santo, fuego del amor del Padre y del Hijo.

Es cierto que Cristo vino a traer la paz y la unidad que provienen de Dios, pero, paradójicamente, él nos previene acerca de que, quien elija seguirlo, encontrará oposición incluso en aquellas personas más cercanas y queridas, porque ser discípulo de Jesús es ir contra la corriente:

+ De quienes pretenden seguir unos criterios distintos a los de Dios.

+ De quienes se engañan a sí mismos pensando que estaremos en este mundo para siempre.

+ De quienes se fabrican un dios «a la medida».

+ De quienes navegan con la bandera de «seguir a Jesús y sus mandatos» pero se quedan cortos, dan vergüenza y hasta mala imagen a quienes seguimos a Cristo.

Que el fuego del amor de Dios arda en nuestro corazón y en el mundo entero. Dios se apiade de todos nosotros cuando nos reunamos con Él.

Un indicador que eres un verdadero seguidor de Cristo y no en apariencia, es tener muchos que te odien por hacer el bien, cuántos antagonistas no tuvo Jesús en los relatos bíblicos, quienes hasta la tortura y muerte lo llevaron, en cada lugar donde predicaba causaba revueltas, y nos aclara que aún en nuestra propia casa sucederá esto.

 

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